lunes, 19 de julio de 2021

Sueño de una abeja en el radiador de un coche un segundo antes de que se evapore el verano


El amor se despide desde el asiento trasero de una berlina mientras el verano atardece. Sonrisas cargadas de promesas emanan de entre el acné mientras una inexplicable nostalgia se apodera de los temblorosos labios. Esos primeros besos, escondidos como polizones en la maleta, jamás volverán. Esas zapatillas, raídas por una amistad forjada entre balones de cuero y construcciones abandonadas, imploran un destino mejor que la basura. No más timbres a deshora. No más mosquitos ni bicis ni mar ni poesía.

Una abeja contempla la escena. Quiere llorar, pero no puede. Quiere amar, pero no sabe. Derrotada por el incipiente frío de septiembre, echa el vuelo hacia la berlina. Por más que embiste, no entiende por qué un velo invisible le impide entrar en el coche a despedirse del amor. Atraída por el calor, zumba hasta una extraña colmena negra anclada entre dos faros. Ronda todos y cada uno de los agujeros, luchando contra la abrasión. La incomprensión se apodera de ella. No, esa no es su casa. Y sólo entonces comprende que la muerte del verano es la suya.